Como cantante en funciones o proyecto de serlo, seguro que en algún momento de tu vida te sobrevoló la idea de que tu voz no sonaba como querías, como soñabas. En definitiva, que no te gustabas nada al cantar.
En muchas de mis clases surge esta charla con los alumnos y, como cantante, muchas veces también yo tuve dudas y desencuentros con mi propia voz. Vamos a averiguar de dónde provienen esas ideas preconcebidas a la hora de calificar tu propio instrumento y su sonido.
Para comenzar, deberíamos tener claro que al cantar somos a la vez instrumento e instrumentista, particularidad que no compartimos con ningún otro instrumento musical. Somos dos elementos en uno, y si tenemos claro lo que eso conlleva, podremos tener más información antes de sacar conclusiones apresuradas.
Pero vamos un poco más allá.. Como instrumento, tenemos la responsabilidad de conocerlo y cuidarlo. Hacernos preguntas como “¿he descansado lo suficiente? ¿estoy afectado por alguna situación emocional o física?” Es importante saber hasta dónde puedo llegar. Conocer mi voz como instrumento hasta el punto de descubrir su funcionamiento natural, su color, su amplitud.
Como instrumentistas, podemos convertir el entrenamiento en la posibilidad de asombrarnos con cada avance, con cada canción conseguida, cada giro, cada expresión. Encarar cada ejercicio evitando contrariarme cuando no termino de resolverlo, ¿no sería mejor agudizar mis sensaciones corporales, las que me llevan a avanzar o a detenerme en la resolución de lo que quiero alcanzar? Deberíamos hacer del entrenamiento una experiencia, una apuesta a futuro, para tener la libertad de cantar e interpretar cada vez con mayor soltura.
Nuestros pensamientos siempre van a estar ahí. De nosotros, cantantes, depende enfocar en positivo cada situación que encaremos, con la conciencia tranquila de saber lo que hago y cómo lo hago para que mi voz suene así. Nuestros pensamientos siempre criticarán o alabarán, según el criterio que tengamos, o quizá usando como base alguna voz que nos guste. Pero ¿por qué no buscar nuestra propia identidad como cantante, por qué imitar, por qué forzar mi voz natural en busca de sonar como alguien que no soy yo?
Cada voz es única como instrumento, y como instrumentistas que somos, tenemos la posibilidad de descubrirla y hacer de esta doble posibilidad una experiencia apasionante. Tu profesor de canto te puede orientar y ayudarte a conseguir lo mejor de ti. No te juzgues con un simple “no me gusto”, o “mi voz suena mal”. Piénsalo evaluando más allá de un simple gusto personal. Como instrumento e instrumentista tienes doble responsabilidad, pero además, doble satisfacción. Disfrútalo.